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Editorial

Retos.

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Marco Díaz/@marcodiazr87

 

Para la agricultura estatal cada año es un reto, cada temporada es prácticamente un ‘volado’ ante la falta de planeación y de una política pública que le dé al productor esa certidumbre que busca. Saber cuánto va a ganar al final de la cosecha, si es que gana.

 

Las actividades primarias son sin duda un soporte para la economía estatal, y aunque Sinaloa destaca a nivel nacional como productor de alimentos, ese trofeo que es levantado por las autoridades previo, durante y posterior al informe de labores, el triunfalismo difícilmente permea en los agricultores.

 

En el caso de los horticultores, este año fue prácticamente catastrófico. Luego de que la temporada anterior fuera destacada como un “año de oro”, este ciclo destacó por una alta producción regional y una fuerte competencia por nuestros competidores de Estados Unidos, lo cual se reflejó en una caída de los precios.

 

Si bien, los grandes productores de hortalizas están acostumbrados a prever esta situación y, regularmente se preparan disminuyendo su superficie, este año algunos productores consideraron que era una oportunidad para incursionar a este mercado. Sin embargo, la ley de la oferta y la demanda hizo lo suyo.

 

Con respecto a los productores de granos, es inaudito que a la fecha todavía se les deban apoyos comprometidos desde hace dos años para maíz blanco, maíz amarillo, sorgo, trigo e incluso cártamo. Vaya forma de incentivar la diversificación de cultivos.

 

El pretexto por parte de las autoridades federales sigue siendo la falta de fluidez de recursos económicos, pero, ¿no existe una planeación presupuestal?

 

Ahora, con la incertidumbre generada por las afirmaciones del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien amenaza con iniciar una guerra comercial con México y buscar modificar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, existen organismos agropecuarios que ya buscan nuevos mercados.

 

Tal vez esa era la sacudida que nuestros productores buscaban para encontrar un mercado que valore a nuestros productos, con precios justos y una certidumbre para el agricultor. Un empujón para salir de la zona de confort.

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