- Al 9 de enero se alcanzaron 137mm de lluvia, misma cifra que hace 8 años
- La principal diferencia: la presencia de agua caliente en el Pacífico norte
Ensenada, Baja California, México, enero de 2016. Con una precipitación acumulada de 137 milímetros hasta el 9 de enero (igual a la que se tenía para esas fechas en “El Niño” 1997-1998), y una temperatura superficial del mar en el Pacífico Ecuatorial ligeramente superior a la de ese evento para noviembre y diciembre, que representa a su vez una anomalía entre 2.9 y 2.97 grados centígrados por arriba del promedio, la evolución de “El Niño” actual ha seguido prácticamente el mismo patrón que el del evento de hace ocho años, considerado el más intenso registrado hasta le fecha.
Lo anterior se desprende de las declaraciones hechas por el Dr. Cuauhtémoc Turrent Thompson, investigador del Departamento de Oceanografía Física del CICESE, quien consideró que todavía no existen diferencias significativas como para asegurar que este evento es notablemente superior al de ’97.
Analizando los índices de la anomalía de la temperatura superficial del mar en una región del Pacífico ecuatorial adyacente a las islas Galapagos, la llamada región ENSO 3.4, a lo largo de todo 2015, el patrón mes con mes es casi idéntico al que se tuvo durante 1997, alcanzando promedios máximos en los meses de noviembre y diciembre.
Con datos de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), explicó que en noviembre de 1997 la anomalía fue de 2.7 oC por arriba del promedio, mientras que para el mismo mes en 2015 la anomalía alcanzó 2.97 oC. En diciembre, ambos valores descendieron ligeramente: a 2.68 oC para 1997, y a 2.9 en 2015. Antes, en verano y principios de otoño, los valores fueron aumentando de manera casi idéntica.
Otro parámetro a destacar es la precipitación acumulada en esta región. Los datos disponibles para 1997 corresponden a una estación de la Comisión Nacional del Agua localizada en la presa “Emilio López Zamora”. Con las lluvias que cayeron entre el pasado 3 y el 9 de enero, se tiene un acumulado de 137 mm, el mismo que esa estación meteorológica registró para esa fecha en 1997.
“Hay información de tres sitios adicionales: Valle de Guadalupe, la estación que está en el CICESE y otra de Ojos Negros. El incremento que se aprecia es efecto de la tormenta de la semana pasada, que se registró en las cuatro estaciones; no tanto en Ojos Negros, pero en el CICESE, en el Valle de Guadalupe y en la presa, sí.
“Esta va a ser una manera de ver cómo se va a comportar la precipitación en la región de Ensenada en enero y febrero, comparada con el último gran ‘Niño’. Ahora bien, en 1997 la temporada cerró en 490 mm registrados en la presa, a finales de marzo, que es bastante. Es casi el doble del promedio (250 mm por año). Hasta lo que sugieren ahora los datos vamos por esa misma tendencia, de superar los 400 mm, es decir, un año muy lluvioso”, indicó el investigador.
Pero si bien existen estas similitudes (y otras que seguramente serán apreciables cuando se analicen índices más complejos que la simple anomalía de temperatura superficial y precipitación), hay una situación que marca una diferencia entre éste y eventos “El Niño” intensos previos: La presencia de una gran región de agua anormalmente cálida frente a Canadá y el noroeste de Estados Unidos, en el Pacífico norte, y cuya causa es aún tema de intensos debates científicos.
“Esa es la principal diferencia. Es una cosa muy interesante y también notable, que la temperatura caliente en el océano Pacífico, dependiendo de qué región estemos hablando, trabaja en sentido opuesto a la precipitación que recibimos nosotros. La región de agua relativamente cálida del Pacífico norte trabaja para fortalecer la sequía, mientras que la región caliente en el Pacifico ecuatorial, asociada a ‘El Niño’, favorece la llegada de frentes fríos, desplazando hacia el sur la corriente de chorro”.
La corriente de chorro es un estrecho flujo de aire que se desplaza rápidamente. Se localiza como a 10 kilómetros de altura, y en nuestra región afecta a los sistemas que nos generan lluvias. Por eso, cuando se desplaza un poco hacia el sur, favorece la precipitación.
Indicó que la presencia de esta “alberca” de agua cálida en el Pacífico norte, que los medios de comunicación internacionales llaman “the blob”, ha impedido en los últimos 3 o 4 años que las tormentas invernales lleguen a nuestra región, contribuyendo así a la sequía sin precedente que nos ha afectado. “El Niño”, por el contrario, favorece las lluvias.
“¿Cuál de los dos va a ganar en esta ocasión? Desde que empezamos a pensar en esto, en agosto, no estaba claro, y creo que en este momento todavía no está completamente claro. La tormenta de la semana pasada tiene la señal de ‘El Niño’: ocurrió lo que pensamos que ocurre cuando hay un Niño; la corriente de chorro bajó al sur y eso fue muy notable. Si nos vamos por esa tormenta, parecería que los efectos de ‘El Niño’ están comenzando a ganar, por encima del agua cálida del norte”, indicó el Dr. Turrent.
Pero aún y cuando se cumpla el pronóstico y este año la precipitación esté muy por arriba de lo normal, consideró que no será suficiente para revertir la extrema sequía que hemos padecido en los últimos años. Habrá, sin duda, déficit en la recarga de acuíferos.
Sobre el comportamiento de los modelos y su capacidad predictiva, diferenció en primer lugar lo que significa pronosticar el clima y el estado del tiempo, que son cosas diferentes.
En meteorología, el estado del tiempo se refiere a las condiciones actuales que tiene la atmósfera sobre una localidad, mientras que el clima se refiere a las condiciones promedio.
En el CICESE se elaboran rutinariamente tres pronósticos: dos del estado del tiempo y uno climatológico. Y los tres manejan diferentes niveles de incertidumbre.
El primero tiene una componente humana. Santiago Higareda, el meteorólogo responsable, suma su experiencia personal a la interpretación de todos los recursos observacionales de que dispone: mapas de imágenes de satélite, datos de la red de estaciones meteorológicas, información de la temperatura del mar, y otros más que le dicen cuál es el estado de la atmósfera en el momento que elabora su pronóstico. Viendo esta información y usando su experiencia, pronostica las siguientes 24 horas (extendido a 48) haciendo una sinopsis. Este pronóstico es el que tiene menor nivel de incertidumbre.
El segundo es un pronóstico numérico que elaboran Luis Farfán y Julián Delgado (el primero un investigador del CICESE radicado en La Paz, B.C.S. y Julián del Departamento de Cómputo -Telemática), empleando el modelo atmosférico regional WRF (Weather Research and Forecasting). Este modelo se “corre” en las computadoras del CICESE, se alimenta prácticamente con la misma información que utiliza Santiago Higareda y proporciona un pronóstico para los próximos 5 días. No se presenta como sinopsis, sino como mapas de precipitación por día.
Tiene un mayor nivel de incertidumbre, pero en general “ha dado buenos resultados, comparables con lo que manda el Servicio Meteorológico Nacional”. Sin embargo, advirtió que la semana pasada hubo un error y el modelo sobrevaloró la precipitación: para el viernes pronosticó una cantidad de lluvia extrema que finalmente no cayó; del orden de 70mm para un día, lo cual fue demasiado.
El tercer pronóstico es el climatológico que elaboran los doctores Edgar Pavía, Ramón Fuentes y Federico Graef. A diferencia de los dos anteriores, éste no calcula una evolución dinámica de la atmósfera (esto es, partir de las condiciones climáticas de principio de la temporada para luego intentar calcular la evolución de la atmósfera). “Más bien, lo que hacen es buscar patrones similares a los que se observan este año en registros anteriores y usar herramientas estadísticas para hacer un pronóstico climatológico estadístico, con su incertidumbre asociada. De los tres, es el que tiene mayor incertidumbre. Pero, por otro lado, es el que llega más adelante en el tiempo. Las gráficas que presenta muestran una estimación de precipitación hasta marzo de 2016, en total mensual”.
Fotografía: Huracán Lorena.
Fuente: Conacyt