Visión Agrícola 360: «El Panorama Completo del Campo Mexicano»
MC. Raymundo Elizalde Gastelo
El ciclo agrícola otoño-invierno 2024-2025 fue un año de transición para el campo sinaloense. Los agricultores enfrentaron un entorno de precios deprimidos, costos elevados y escasez de crédito, en medio de una política hídrica restrictiva que limitó la superficie sembrada. El objetivo fue sostener la producción sin comprometer la viabilidad económica, priorizando los cultivos básicos y las hortalizas y frutales que utilizan de manera generalizada sistemas de riego por goteo.
La prudencia marcó la pauta. La superficie total de siembra fue inferior a la de años anteriores, y el enfoque se centró en conservar la capacidad productiva y evitar pérdidas mayores. Pese a la contracción general, Sinaloa reafirmó su papel como uno de los principales proveedores de alimentos de México, aunque con una reducción considerable en los volúmenes de cosecha.
Durante el ciclo 2024-2025, Sinaloa produjo 8.9 millones de toneladas de alimentos, frente a los 12.3 millones de toneladas registradas en el ciclo anterior. Esta reducción de alrededor del 28% refleja tanto los efectos de la menor disponibilidad de agua como la difícil decisión de ajustar la superficie para evitar sobreoferta y pérdidas económicas.
Los granos básicos fueron los más afectados. El maíz blanco, principal cultivo del estado, tuvo una cosecha aproximada de 2.5 millones de toneladas, muy por debajo de los casi 6 millones que es el promedio de los últimos años. El trigo disminuyó de 300 mil a poco menos de 200 mil toneladas, mientras que el sorgo cayó de 150 mil a 40 mil toneladas, afectado por la falta de humedad y los altos costos de fertilización.
Entre las hortalizas, el tomate rojo registró un volumen cercano a 700 mil toneladas, una cifra inferior al ciclo anterior que alcanzó cerca de 800 mil toneladas, mientras que el chile (incluyendo bell y picosos) alcanzó alrededor de 580 mil toneladas. Aunque los volúmenes se mantuvieron más estables que en el caso de los granos, las condiciones comerciales fueron inusualmente inciertas, particularmente para el tomate, cuya temporada estuvo marcada por la amenaza de aranceles en el mercado de los Estados Unidos.
Los productores de tomate de Sinaloa vivieron el ciclo 2024-2025 bajo una tensión constante. Desde el inicio de la temporada, el Departamento de Comercio de Estados Unidos amenazó con cancelar el Acuerdo de Suspensión del Dumping, que había permitido exportar tomate mexicano libre de aranceles a cambio de mantener precios mínimos de referencia y reportar la información de sus ventas de manera trimestral a las autoridades americanas.
Esta amenaza se convirtió en realidad al final de la temporada, cuando el gobierno estadounidense dio por terminado el acuerdo y aplicó un arancel del 17% a las exportaciones mexicanas de tomate. El impacto fue inmediato: las exportaciones sufrieron retrasos, mayores costos de inspección, congestión en los cruces fronterizos y pérdida de competitividad frente a otros países productores.
La incertidumbre afectó toda la cadena de valor. Muchos agricultores para la actual temporada redujeron superficie o pospusieron inversiones en infraestructura, y ajustaron su operación ante la posibilidad de una contracción del mercado.
El temor más extendido es que esta política proteccionista pueda extenderse a otros cultivos hortícolas como el chile bell, el pepino, el ejote o la calabaza. Las asociaciones de productores han advertido que, si Washington decide ampliar los aranceles, las consecuencias serían severas para Sinaloa y para todo el cinturón hortícola del noroeste, que depende de las exportaciones de invierno para sostener miles de empleos rurales.
Los costos de producción siguieron presionando los márgenes del agricultor. Aunque los precios internacionales de los fertilizantes descendieron respecto al ciclo 2023-24, la semilla, la energía eléctrica, el diésel, los agroquímicos y la mano de obra mantuvieron una tendencia al alza. En promedio, producir una hectárea de maíz o trigo fue entre 8 y 10% más caro que el año anterior, mientras que los ingresos por tonelada se redujeron.
En la práctica, la rentabilidad fue mínima o negativa para la mayoría de los productores de granos. Solo el garbanzo, por su buena demanda externa, permitió un margen positivo en algunas zonas. En las hortalizas, la rentabilidad dependió del cumplimiento de los programas de exportación y de la capacidad de los productores para reducir sus costos. En el caso del tomate, hubo un lapso de varias semanas donde prevaleció un incremento de la oferta que mantuvo los precios al mínimo y que redujo la posibilidad de que muchos productores pudieran terminar la temporada con utilidad.
El financiamiento agrícola continuó siendo una debilidad estructural. Menos del 10% de los agricultores sinaloenses accedió a crédito formal, y la mayoría debió recurrir a financiamiento privado o a préstamos con bodegueros o comercializadores. Las tasas de interés elevadas y los trámites burocráticos han limitado la capacidad de inversión y de rentabilidad.
Los programas federales de crédito agrícola canalizado por medio de parafinancieras no lograron cubrir la demanda real. Muchos productores operaron con crédito informal, lo que aumentó el riesgo financiero y redujo la tecnificación. Esta falta de liquidez también limitó la posibilidad de prepararse adecuadamente para el nuevo ciclo, ya que muchos agricultores quedaron con deudas sin liquidar y sin recursos para la adquisición de insumos.
A la fecha, el Gobierno federal sigue adeudando apoyos a los productores de granos correspondientes al ciclo 2024-2025. Los pagos extraordinarios prometidos por tonelada de maíz y los incentivos para trigo y sorgo no se han completado. Esta falta de cumplimiento ha generado malestar y desconfianza entre los agricultores, que esperaban esos recursos para amortiguar las pérdidas del ciclo.
En la práctica, la ausencia de los apoyos impide que muchos puedan cubrir deudas con proveedores o invertir en la siembra 2025-2026. El retraso también afecta la planeación estatal, pues los esquemas de crédito y los programas de comercialización dependen de que los productores cuenten con liquidez suficiente para iniciar la siguiente temporada.
De cara al nuevo ciclo, el escenario combina señales de reactivación y persistentes riesgos estructurales. Las presas de Sinaloa muestran una recuperación moderada, lo que permitirá ampliar la superficie de riego a aproximadamente 660 mil hectáreas, frente a las 480 mil sembradas en el ciclo 2024-2025.
Sin embargo, los retrasos en pagos de los apoyos de gobierno y la falta de financiamiento podrían limitar la capacidad de los productores para aprovechar la mejora en la disponibilidad de agua en las presas. Además, el conflicto comercial con Estados Unidos mantiene un clima de incertidumbre que desincentiva nuevas inversiones en infraestructura hortícola.
Las organizaciones agrícolas y las autoridades locales han insistido en la necesidad de una política federal de respaldo productivo más efectiva, que combine crédito oportuno, seguros de cobertura de precios y apoyo técnico para elevar la productividad. El futuro inmediato dependerá de la rapidez con que se liberen los recursos pendientes y de la estabilidad del mercado de exportación.
El ciclo agrícola 2024-2025 quedará en la memoria del campo sinaloense como un periodo de resistencia, aprendizaje y madurez. Las circunstancias pusieron a prueba a todo el sistema agrícola del estado. Sin embargo, lejos de paralizarse, los productores respondieron con disciplina, organización y una enorme capacidad de adaptación.
El agricultor sinaloense demostró que la fortaleza del campo depende del conocimiento, de la planeación y de la voluntad de seguir sembrando incluso en condiciones adversas. Cada tonelada cosechada fue resultado de decisiones calculadas, de jornadas extendidas y de la convicción de que mantener viva la tierra equivale a mantener viva la economía regional y el empleo rural.
El fin del Acuerdo de Suspensión del Dumping y la imposición de un arancel al tomate mexicano marcaron el cierre del ciclo con un desafío adicional: la evidencia de que el entorno comercial internacional puede modificarse de manera repentina. Este golpe impulsa a Sinaloa a diversificar sus mercados, fortalecer su competitividad y mejorar su capacidad de negociación. Los productores comprendieron que la diplomacia agrícola tiene un papel tan importante como la siembra misma.
A pesar de los problemas financieros, del aumento de costos y de la lentitud gubernamental para cumplir compromisos, el campo de Sinaloa sigue de pie. Lo que sostiene a la agricultura sinaloense es la convicción de miles de familias productoras que entienden que sembrar es un acto de fe y de futuro. En la adversidad se templó una nueva generación de productores más conscientes, más técnicos y más resilientes.
El reto para el nuevo ciclo 2025-2026 consiste en transformar la prudencia en estrategia y el aprendizaje en crecimiento. Las presas ofrecen una esperanza de recuperación hídrica y las lecciones del ciclo anterior brindan una base para planificar con mayor precisión. Si los apoyos pendientes se cumplen y el crédito vuelve a fluir, Sinaloa podrá recuperar parte del terreno perdido.
Más allá de las cifras 2024-2025 fue el ciclo que enseñó a producir con menos agua, con recursos limitados y con una inteligencia más refinada. Representó el año en que el productor comprendió que la eficiencia y la organización son su verdadero blindaje frente a la incertidumbre. Y fue también el momento en que, pese al desaliento, el campo volvió a demostrar que su motor más poderoso sigue siendo la esperanza.
El futuro de la agricultura sinaloense dependerá de mantener esa fe en la tierra, de fortalecer la unidad entre productores, de renovar el vínculo de confianza en los mercados y de que el gobierno haga la parte que les corresponde: apoyar a la agricultura comercial para alcanzar la tan urgente soberanía nacional.
No fue un ciclo perdido: marcó un punto de inflexión que sembró la semilla de una nueva forma de entender la productividad, la cooperación y la resistencia. Cada vez que el agricultor sinaloense vuelve a sembrar, reafirma su compromiso con la vida, con el trabajo, con la sociedad y con el porvenir de todo un estado.


